Le pareció escuchar un grito, en realidad le pareció
escuchar la voz de doña Nelly, su vecina, pero con el tema de J Balvin en sus
auriculares, no estuvo muy segura. Además, otra vez, se le hacía tarde para ir
a la facultad.
Era cerca de las 10 de la mañana, caminó por la vereda y de
reojo, miró la casa de Doña Nelly, vio
la puerta entre abierta y le llamó la atención, debe estar regando las plantas,
allá en el fondo. Después paso, se dijo para tranquilizarse, si me paro ahora
no me suelta más, contando todas las novedades del barrio y está vez en serio
tengo que llegar temprano. Todo eso pensó Lula mientras subía al 112, que pasó
en horario, completando la armonía de
esa mañana, de una cobarde primavera.
Se sentó en uno de los asientos de la primera fila y otra
vez, puso andar la canción que tanto le
gusta bailar los sábados, con las amigas. En la próxima parada, subió un muchacho
agitado y con una mochila roja, ella lo miró y pensó que no era la única en
llegar tarde a todos lados. También, le llamó la atención la mochila, roja
y con tantos bolsillos .Su dueño,
disimulando el apuro, comenzó a buscar,
sin éxito plata para pagar el pasaje.Luego miró a todos y pidió casi tembloroso
si alguien podía pagar el boleto. Aparte del chofer, desconfiado, que insistía
en que se baje y una señora que le murmuró algo nada bueno a su hijo; los demás
no hicieron nada. Suficiente para que Lula, como la elegida y con la fuerza
necesaria, saltara de su asiento con un puñado de mondas en la mano para decir:
Yo te pago.
-Gracias, muchas gracias, dijo el chico.
Y se animó a suponer que, seguro venía corriendo cansado y
con ganas de llegar a su casa. Desde hace un tiempo, en Facebook había muchas
de historias como estás, que sus amigas contaban con orgullo. Lula, sabía
que si le pasaba algún día también lo haría. Y ese día, era ahora. Se sintió
conforme con ser solidaria, la buena acción de hoy, se dijo, ya en clase esperando al profesor y
también, a ese chico que tanto le gusta,
que había prometido sentarse a su lado. Lindo día, sin culpas y con la
seguridad que nada podría arruinarlo.
Lula volvió más tarde de lo habitual al barrio. Después de
clases, se reunieron con amigos a tomar algo. La acompañaron a la parada del autobús
y volvieron las canciones a su lugar y otra vez a cantar y soñar.
Fue todo tan extraño.
Inmediatamente, bajó del transporte, el aire la recibió de otra manera. Se hizo
tan presente, que su corazón comenzó a palpitar muy fuerte. Caminó la cuadra de
su casa con miedo, no sabía bien por qué.
Y como esas relaciones absurdas que la mente hace, sin saber, recordó pasar por
doña Nelly para ver si necesitaba algo. Cada vez que se iba acercando el
paisaje cambiaba lentamente, un auto de la policía en la calle, como
improvisando una vigilancia innecesaria y vecinas, demasiadas, en la vereda
casi pisando el jardín con una mezcla rara en la cara de dolor y asombro.
-¿Qué pasó? Le preguntó
a unos chicos, sentados en la calle.
-Entraron a robar esta mañana a doña Nelly, parece que fue
cuando ella abrió el portón, se mandaron
y la molieron a palos, hace un rato falleció.
Lula quedó inmóvil, su corazón ahora no latía fuerte, era
lento pero intenso, rápidamente su boca se secó y se juntaron los pensamientos
con lo que decía: -Doña Nelly… pero no si yo… justo esta mañana pasé… las plantas,
la puerta… estaba apurada, quise pero no pude… balbuceaba y los demás no entendían.
-¿Pero cómo fue, se sabe quiénes fueron?
-Ya te dijimos le dijo el más grande, la desfiguraron, le
robaron la plata y escaparon. A ese no
lo atrapan más. Digo ese, porque parece que fue uno solo. La única pista que
hay es de Don Rosales, el jardinero, que pasó en bicicleta y vio a un chico que salió caminando como si
nada para luego empezar a correr- Y dicen que se subió al 112
-Sí, ese - dijo el más chico del grupo- en el que vas a la facultad. ¿No viste nada? El flaco llevaba, una mochila
roja
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