martes, 23 de enero de 2018

Un asado para los amigos

Mucho tiene que ver, esto de ser argentinos con el asado, y la relación directa que hay con la amistad. Por mi barrio, si uno dice asado, dice: Amigos. En casa, cuando pensamos en unas entrañas a la parrilla, pensamos a quién le avisamos. Mi buena memoria dice, que no cree que, alguna vez haya dicho, NO a un asado.
Es esa comida, que hace de un momento una de las cosas más lindas de la amistad. Conozco, por ejemplo, a un grupo de amigos, que se reúnen bajo el nombre “El Club de la costilla” aunque la mayoría de las veces coman otra cosa. Pero, el concepto de asado y amigos está claro, van juntos.
Todo bonito, lo afirmo y lo reafirmo, pero a veces hay vueltas en la vida, que te muestran qué tan amigos son, los que te rodean. Es cuando, nos encontramos, por cualquier circunstancia, impedidos de la parrilla.
Créanme, que están contados con los dedos de la mano, aquellos dispuestos a preparar un asado para vos, que andás puchereando un vacío.
La amistad puede seguir intacta, pero en realidad, las invitaciones, no sobran.
Acá está, lo que el asado nos dejó:
-Los que, están tan cansado de comer asado, y cuando te invitan, para relajar un poco, hacen otro  tipo de comidas, algo al horno... que se haga solo.
Los gourmets, que disfrutan de mostrar sus artes culinarias  y apenitas podes saborear algo a la parrilla, pero será una delicatessen, y a la luz de las velas, alcanzas  a capturar un trozo de... berenjena asada  
Los que hacen asado  todo el tiempo y cuando sirven largan un  "uyyy, podríamos haber invitado a los chicos... pero bueno seguro tienen otros planes" se tranquilizan rápidamente
Los que creen que no comés más asado porque, te encontró un día paseando por esas ferias de hamburguesas de lentejas y jugos de papaya. Entonces, decretan que dejaste la carne, sin sospechar, que con un pedazo de punta espalda serías la persona más feliz
Los  que hacen asado y no te invitan porque seguramente, ayer comiste asado
Los que te invitan y llegas y es todo puro cerdo, todo bien con el cerdo pero...
Idem  con  el pollo...
Los que creen que la pizza a la parrilla es lo mismo
Los que creen que el asado es para el fin de semana, chicos cualquier día le sienta bien
Los que  te sirven de "a puchitos" y van y vienen todo el tiempo a la parrilla, porque  así no se enfría
Los atentos que dicen: Tengo cocido, jugoso y demoran con la pregunta ¿cómo lo prefieren? ¡Andá! que el asado es uno solo.
Los que hacen muchas ensaladas
Los que no hacen ensaladas
Los que siempre, a la hora que llegues, está  solo el fuego
Los que lo tapan con diario (que carajo es eso)
Los que hacen "vientito" con los diarios, soplando al mismo tiempo
Los que son amigos del carnicero
Los que ceden media parilla para el pan y las verduras  (ese espacio no se recupera)
Y los que cada vez que te ven te dicen ¿y, cuándo un asadito?

Un Aplauso y ¡Salud!

¿Qué le ven a Mendoza en enero?

Las noticias nos hablan que turistas llegan a la ciudad para sus vacaciones. Me encuentro con ellos, los observo, los escucho y me compadezco.
Acá, te cuento como es enero para pasear en la Ciudad de Mendoza.
Vivo en una zona de hoteles y agencias de viajes, por lo tanto puedo palpar el ritmo del turismo en Mendoza. A simple vista sé, según  la época del año, qué tipo de viajero nos visita. En los meses de invierno es fácil detectar a los gringos y europeos atraídos por la nieve. Los fines de semana largos es muy seguro que sean de otras provincias: Salta, Córdoba, Buenos Aires... La constante, durante todo el año, es la grata presencia de los vecinos chilenos por ejemplo. Y -por último- la temporada a full es durante la Fiesta de la Vendimia, donde salís y en el barrio, a cualquier hora, se escuchan varios idiomas.
Pero, para mí, los turistas de mes de enero por las calles mendocinas son únicos ¿A la city en enero?  El hotel de la vuelta está por estos días repleto. Es muy común en las tardecitas ver a familias que vuelven cargando las heladeritas y  mochilas después de un día de montaña a descansar al hotel.
Permítanme decirles que despiertan mi curiosidad, aquellos que dicen “En enero vamos a Mendoza”. Es que el calor es insoportable y en la noche no refresca porque no hay lluvia que lo haga; la  ciudad muestra una parte en calma porque muchos se van y el mal humor de los mozos en los bares, especialmente en zonas turísticas, es insufrible. Si la hacés gasolera y vas al supermercado todo es lento: la enorme fila para pagar, el sistema, la cajera... Mucho tiempo perdido por una lata de cerveza  y un paquete de fideos.
Hay actividades gratis que ofrecen pero... -entre nosotros-: ¿si viajás a otro lugar subirías a la terraza de un edificio municipal  por una copa de vino? Viéndolo de esa manera no es muy atractivo. Y ni hablar si en  la familia deciden darse el gusto de ir a un restoran para maridar el manjar criollo con un buen vino mendocino. ¡Olvídate! Te encontrarás llamando a un familiar para que te envíe dinero. Y si por un descuido caminando por avda.  Las Heras se te ocurre entregar ese billete de mil por una caja de chocolates y el mate que dice Potrerillos ¡Ya fue! podés dar clase sobre economía y como pelearle a la inflación.
Si esa noche no pueden salir porque llueve, desde la ventana del hotel observarás -con asombro- como, en segundos, somos Venecia.
“¡Qué ciudad tan completa!” dirás mientras abrazas a tu pareja.
Así imagino que pasan las vacaciones en nuestro lugar. Que madrugan porque el día en la montaña se aprovecha. Luego viene el momento destinado a las bodegas con el agregado ahora de la ruta del Oliva,  donde terminarán “sopando” pedacitos de pan en aceite y sintiendo la pimienta y el romero en semejante hallazgo.
Luego, al hotel a volcar, sin arena, todo el cansancio y cuando vas quedando dormido, la piel te comienza a arder porque eso de estar en la Tierra del Sol... Una ducha y derechito a la calle, a tomar algo “fresco” en las veredas calientes de la Arístides. No corre nada de brisa y te vas a dormir, no sin antes poner la pastilla en el aparatito que -por fin- el conserje del hotel (para nada simpático), te consiguió. ¡Ah! y rogá que antes de llegar los niños no griten cuando pasan por las heladerías, esas dos enfrentadas en las esquinas y que no aceptan Ahora 12
No sé qué le ven a Mendoza en enero, y no me hablen de festivales ni Vendimias que el turista casi ni se arrima. Viene por la aventura y… pensándolo bien ¡vaya si la tiene!
Lo cierto es que por estos días tenemos muchas visitantes de otros lugares en nuestra ciudad. Extraños, ajenos a nuestra idiosincrasia, valientes que nos eligieron para descansar de su rutina. Entonces, si los ves caminando por ahí, se amables con ellos y  ofreceles un poco de ayuda que, seguro, la van a necesitar.