viernes, 20 de enero de 2012

Tu casa es mi casa (escribí un cuento y no tenía donde dejarlo)

De pronto se encontró parada frente a la puerta. Fue fácil llegar, le hubiese gustado que le costara más encontrar la dirección, pero ya estaba ahí no tenia muchas alternativas, o si, siempre hay salidas, pero en este momento de la vida la ponía justo allí, delante de esa puerta para abrir un nuevo camino. Eso pensó y quiso sonreír pero no pudo, a estas alturas ya nada la animaba, ni la puerta, ni que se abriera, ni el camino, ni la vida. sin esperanzas pero con miedo, algo que ya estaba acostumbrada.
Como si alguien la empujara, tropezó golpeando con las dos manos, encima sonará desesperado el llamado pensó. Espero unos segundos, de esos que se hacen eternos como siempre suceden en estos casos, y nadie abrió. ¡Bien! se dijo esto no estaba en mis planes, habíamos quedado que venia a esta hora. Y otra vez la duda, llamo otra vez? siempre dudó de todo como si en sus genes acarreara el sentimiento de no saber que hacer. esa maldita pregunta le fluía por las venas como algo corriente. Insegura, como su madre y cobarde como el padre, escuchó una vez que alguien decía de ella. Y puede ser, o por lo menos es lo que se había esmerado por demostrar. Porque voluntad a cambiar le ponía pero de tanto esfuerzo no le quedaba energía para el razonamiento, pura fuerza bruta, y poco sentido común.
En algunas ocasiones, solo en algunas, como un halo de luz lo pensaba fugazmente y después seguía viviendo como podía.

Nada, ni un ruido, segunda vez y la puerta no se abre, comenzó a preocuparse, es que había adelantado el dinero de la pieza y le molestaba pensar en no tener donde dormir esa noche, además el apuro por tener un lugar para pensar en voz alta, últimamente le urgía demasiado Estaba un poco, solo un poco cansada de dormir en sillones de casas ajenas. Lo más placentero había sido el catre de doña marta, pero se quedó dos días ahí y nunca más durmió bien. Le había costado mucho reunir el dinero para esa pieza, y cuando vio el cartel que se alquilaba se mando sin preguntar. Ese recuerdo la animó a golpear otra vez pero con firmeza de reclamar el adelanto que había puesto- y como si eso eral o que faltaba ahí nomás le apareció el dueño de casa con cara de impaciente y nada amigable, encima sospechoso. Le abrió sin decir nada dio media vuelta y entró. Ella paralizada, quedo con la puerta abierta y el bolso en el piso.

Entro sin respirar con la sensación de no haber hecho lo correcto, convivía con eso, cerró la puerta y susurró ¿qué más puede pasar?
El olor a madera rancia mezclado con el guiso le provocó nauseas, con el hambre le había pasado algo parecido pero esta vez el asco fue mas intenso. Llegó a la cocina y el dueño de casa dio la vuelta y la miró minuciosamente y le señaló la habitación, esa es vaya y póngase cómoda le recomendó
Muy pocas veces en su vida había sentido el profundo alivio cuando cerró la puerta y quedó sola en esa pieza. No importó la humedad de las paredes ni las cucarachas que salieron asustadas ,ni el guiso ni el olor.. Dejó el bolso sobre la cama y le puso llave a la puerta. Nadie la observaba, entonces por fin sintió el despojo de las formas y de las vergüenzas. Disfrutó esos minutos, mucho, los sintió los pensó y los durmió. Nunca había tenido nada en la vida como ese momento. No quiso salir más no sentía miedo, ni hambre ni frío, decidió quedarse allí para siempre.

Pasaron dos días y el dueño de casa sin preocuparse se digno a golpear y preguntar si estaba bien, lo único que me falta tener una muerta encerrada le gritó. Vamos salga y báñese por lo menos
Controló media hora y salió. Contó las veces que lo había mirado a los ojos, fueron dos y ya lo odiaba. En las noches soñaba que lo mataba antes de dormirse y que se quedaba con la casa, la madera rancia y el guiso. Eso la ayudaba a vivir, estaba bueno imaginar que si el tipo se moría no gastaría mas sus ahorros.
Tenían puntos en común, la soledad, la miseria, la estricta dedicación de haber sido unos perdedores y la absoluta confianza de que nadie en este mundo los quería. Asi todo se sentía distinta a él. El hombre portaba sus cuitas más a flor de piel, a pesar de ser el dueño de la casa y ahorrarse el alquiler no era perfecto, este monigote cargaba con un gran trauma que hacia que en las noches a las tres de la mañana se emborrachaba y salía a dormir en la vereda.Un infeliz despreciando camas y piezas. Y eso a ella le alegraba la vida y las noches. Esperaba cada día para verlo sufrir, en la madrugada el tipo se sentaba a llorar en la puerta de la casa. Un tarado pero de los buenos. Triste, trágico y gracioso my gracioso. Ella sabia que solo tenia que esperar. No tenía prisa que más da que pasara el tiempo, si justamente eso era lo que le sobraba.
Una noche fiel a la rutina el tipo tomó el ron, todo el ron, abrió la puerta y ahí sin protocolo ni presentación cayó redondo sobre unos piedras, que en la tarde habían puestos unos chicos para jugar al futbol.El filo de una le dibujó la cabeza, lo miró por la ventana y esperó que se levantara. Cuando de pronto un hilo de sangre le asomó al borracho por una oreja. La inquilina abrió los ojos sorprendida, la hora había llegado y ya sabia el final. Se sintió tan vital que salió corriendo y con un palo empujó al indigente, buscó las llaves y cerró la puerta. Apagó las luces y se fue a dormir.
A la mañana siguiente, temprano se presentó en la comisaría y denunció que el cuerpo de un desconocido sin familia y sin hogar yacía en la vereda de su casa.