viernes, 3 de diciembre de 2010

Buenos Muchachos 3 Final de la saga

No hay dos sin tres, dicen los que saben, nunca lo entendí pero me viene como anillo al dedo, porque después de escribir esto la historia llegó a su final. Convengamos que no fue el imaginado. Pero acá va la tercera parte de esta saga, el capítulo final, el adiós a... los buenos muchachos


Lo venían anunciando, no estaban igual que siempre, los muchachos dejaron de hablar y se mandaron un par de cosas no ciertas. Ellos pueden hacer eso, nadie los va a contrariar. Y así fue, en plena tarea de imaginar como sería mi final, me sorprendieron otra vez.


Me porté mal. Conocí a un muchacho y me puse el traje de novia, no había sido fácil andar en amoríos y la vez que me tocó algo no lo dejé pasar, al fin y al cabo soy una mujer y de vez en cuando necesito una caricia. Hace rato que Dios no me da para elegir y el que me tocó tiene un jefe que a ellos no les gusta. Se enteraron y ahí comenzó mi desgracia. Dejaron de invitarme a la reuniones, entonces el más callado y por lo tanto el pensador del grupo, se despachó y aprovechó la ocasión pa comentar que ya no era necesaria mi tarea. Con ese changüí que tiene por pensar más de lo que habla, cuando lo hace todos le creen. Me bajó el pulgar y hasta el más jefe le dio la razón


Como flamantes egresados de un curso intensivo de buenos modales, se me hicieron los elegantes y me despidieron como una dama.

Debo admitir que la puesta en escena no fue mala, si hasta que les creí en una parte. Maquillados y con buenas luces los actores largaron el libreto de memoria.

El tema era como iban a decirme que ya no les servía. Parece que al curso de buenos modales le sumaron una maestría en chamullo, no les fue mal, les funcionó y quedaron como unos duques frente a mi persona.

Me hicieron una propuesta, de eso se trataba la novela. Con la excusa que había dar el siguiente paso, los refinados lo dieron para atrás y quedé solita parada al frente. Me mandaban hacer algo jugado, había que tener mucho coraje para hacerlo y por supuesto ninguno de ellos lo tenía. Esto no me lo dijeron, pero no hace falta ser muy ducha para darse cuenta que no se animaban. Cosas de mujeres habrán pensado, ir al frente, poner la cara y pelear. Y si, en eso les doy la razón, no iban a poder. Con la seguridad que no aceptaría tal proeza, los galanes me la recitaron como un poema. Lo importante es que entendí y me adelanté a la retirada. Con palabras rebuscadas para hacerles valer el titulo de caballeros, les seguí el juego y con honores y educación les dije hasta luego.


Ya que estábamos entre distinguidos, me pidieron un último favor, que terminara el asunto por escrito. No pude fallarles, se que para ellos la palabra es lo que importa, pero saltó un inquieto solicitando el alegato y como último deseo les mandé unas líneas.

Me fui con la curiosidad de saber que hace el actor cuando no está actuando, que piensa cuando apagan las luces y queda solo. No me quita el sueño, no voy a engañarlos, pero tanto esmero me hizo pensar, es que estos malevos fueron cordiales y en estos tiempos eso se agradece.