sábado, 30 de diciembre de 2017

Dos mil diecisiete: Cambalache, problemático y febril


Si hay un momento especial es ese cuando dan las doce y comienza el nuevo año. Nos abrazamos a nuestros afectos y, en un abrir y cerrar de ojos, nos pasa el año que vivimos. Un balance casi involuntario, donde se nos vienen los recuerdos de los mejores momentos y de los peores también. Entonces, murmuramos el deseo más grande, profundo y sincero que tenemos guardado para lo que viene.
Para muchos, este 2017 fue de maravillas; otros, un maldito año. Cada cual hará el brindis a su manera. Es de ustedes y es íntimo.
Pero también nos pasaron cosas a todos por igual, en este país, en este mundo, en Mendoza.
Ahí vamos:
- Despacito escuchamos mientras esperamos en el Paso. Porque el año siempre empieza colapsado. Horas de espera, mientras del otro lado hay un país que sufre y es Chile, que se incendia. Las rutas nos lastiman, tragedias de micros retorcidos con historias de vida. Nos pasa un alud y es en Jujuy.
- Nos quejamos del calor y porque con cada tormenta el túnel se llena (el otro, el que nos queda  cerca). El verano tiene su encanto y es con Pampita y Pico que lo van calentando.
- El mundo lo preside un tal Trump, el de jopo rubio, que habla sobre un muro.
- Acá tenemos playa y es en Luján; el fuego nos quema el ECA y a la Vendimia cuesta sostenerla.
- Comienzan las clases, comienza el año y cada cual busca su lugar. Se vienen las PASO y las elecciones, pero es Rusia lo que nos preocupa.
- Hay ruido en el sur, y gente cortando rutas; un pibe desaparece y por fin vamos por una causa justa. Buscamos a Santiago por todos lados, y lo encontramos... ahogado. Vemos a los impunes descalzos y esposados. Y en la tele transmiten largas horas de “persecuta” y como pierden la libertad algunas figuras. Ella ya no habla de ella: juega el juego con las fieras.
- La gente vota y hay elecciones. Marchas y contramarchas, pidieron perdón por los discapacitados y no quisieron con los jubilados. Afuera lloran los atentados. En Barcelona, Manchester, Las Vegas  no sabemos cómo parar tanta mierda. De pronto la naturaleza: Irma y María nos ponen en alerta. El Papa avisa que viene cerca y en Mendoza los curas aterran.
- Rusia es Mundial y un pasaje con regreso abierto es nuestro destino. Felices los cuarenta millones de argentinos.
- Lilita en  la cima, Pichetto se consolida; acá los legisladores rompen rutina y pegan faltazos (reclamando atención, algunos ignorados). La Corte que no se corte… receso sin esfuerzo. Paritarias y presupuesto todo bajo acuerdo. La mona Cecilia encontró una guarida. Fue hace un tiempo pero no se la olvida.
- Lo que no olvidamos es a ellas, a las que golpean hasta que mueran y tampoco a las que no están y esperamos respuestas.
- Las tragedias es lo que se recuerda, y las cosas lindas cuestan mantenerlas... Vino Sabina (permítanme esa licencia).
- Eclipses y lunas llenas. Los hashtag marcan tendencia
- Por acá, calles cortadas y pocas promesas, y en el país la inflación se da en conferencias.
- Si los números hablan, el 44 duele hasta el alma y la 127 nos abraza con esperanzas.
- La grieta (esa maldita grieta) que siempre está viva para que duela. Destrozan una plaza y tiran piedras. La jornada calienta y la razón no se encuentra.
Y es con el dolor que aprendemos y llegará el día que nos demos cuenta de eso
Pasaron tantas cosas y acá estamos: de pie esperando el nuevo año.
¡Feliz 2018

jueves, 7 de diciembre de 2017

Puede pasar

Le pareció escuchar un grito, en realidad le pareció escuchar la voz de doña Nelly, su vecina, pero con el tema de J Balvin en sus auriculares, no estuvo muy segura. Además, otra vez, se le hacía tarde para ir a la facultad.
Era cerca de las 10 de la mañana, caminó por la vereda y de reojo, miró la casa de Doña Nelly,  vio la puerta entre abierta y le llamó la atención, debe estar regando las plantas, allá en el fondo. Después paso, se dijo para tranquilizarse, si me paro ahora no me suelta más, contando todas las novedades del barrio y está vez en serio tengo que llegar temprano. Todo eso pensó Lula mientras subía al 112, que pasó en horario,  completando la armonía de esa mañana, de una cobarde primavera.
Se sentó en uno de los asientos de la primera fila y otra vez,  puso andar la canción que tanto le gusta bailar los sábados, con las amigas. En la próxima parada, subió un muchacho agitado y con una mochila roja, ella lo miró y pensó que no era la única en llegar tarde a todos lados. También, le llamó la atención la mochila, roja y  con tantos bolsillos .Su dueño, disimulando el apuro, comenzó a  buscar, sin éxito plata para pagar el pasaje.Luego miró a todos y pidió casi tembloroso si alguien podía pagar el boleto. Aparte del chofer, desconfiado, que insistía en que se baje y una señora que le murmuró algo nada bueno a su hijo; los demás no hicieron nada. Suficiente para que Lula, como la elegida y con la fuerza necesaria, saltara de su asiento con un puñado de mondas en la mano para decir: Yo te pago.
-Gracias, muchas gracias, dijo el chico.
Y se animó a suponer que, seguro venía corriendo cansado y con ganas de llegar a su casa. Desde hace un tiempo, en Facebook había muchas de  historias como estás, que  sus amigas contaban con orgullo. Lula, sabía que si le pasaba algún día también lo haría. Y ese día, era ahora. Se sintió conforme con ser solidaria, la buena acción de hoy,  se dijo, ya en clase esperando al profesor y también, a ese chico que  tanto le gusta, que había prometido sentarse a su lado. Lindo día, sin culpas y con la seguridad que nada podría arruinarlo.
Lula volvió más tarde de lo habitual al barrio. Después de clases, se reunieron con amigos a tomar algo. La acompañaron a la parada del autobús y volvieron las canciones a su lugar y otra vez a cantar y soñar.
Fue todo tan  extraño. Inmediatamente, bajó del transporte, el aire la recibió de otra manera. Se hizo tan presente, que su corazón comenzó a palpitar muy fuerte. Caminó la cuadra de su casa con miedo,  no sabía bien por qué. Y como esas relaciones absurdas que la mente hace, sin saber, recordó pasar por doña Nelly para ver si necesitaba algo. Cada vez que se iba acercando el paisaje cambiaba lentamente, un auto de la policía en la calle, como improvisando una vigilancia innecesaria y vecinas, demasiadas, en la vereda casi pisando el jardín con una mezcla rara en la cara de dolor y asombro.
-¿Qué pasó?  Le preguntó a unos chicos, sentados en la calle.
-Entraron a robar esta mañana a doña Nelly, parece que fue cuando ella abrió  el portón, se mandaron y la molieron a palos, hace un rato falleció.
Lula quedó inmóvil, su corazón ahora no latía fuerte, era lento pero intenso, rápidamente su boca se secó y se juntaron los pensamientos con lo que decía: -Doña Nelly… pero no si yo… justo esta mañana pasé… las plantas, la puerta… estaba apurada, quise pero no pude… balbuceaba y los demás no entendían.
-¿Pero cómo fue, se sabe quiénes fueron?
-Ya te dijimos le dijo el más grande, la desfiguraron, le robaron la plata y  escaparon. A ese no lo atrapan más. Digo ese, porque parece que fue uno solo. La única pista que hay es de Don Rosales, el jardinero, que pasó en bicicleta y  vio a un chico que salió caminando como si nada para luego empezar a correr- Y dicen que se subió al 112

-Sí, ese - dijo el más chico del grupo-  en el que vas a la facultad. ¿No viste nada? El flaco llevaba, una mochila roja

jueves, 9 de noviembre de 2017

Una noche con Sabina

Hace un tiempo, si alguno de vosotros imaginaba pasar una noche con Sabina, seguramente sonreía de solo pensar todo lo que podía ocurrir.
Este poeta, con sus canciones nos llevaba a dibujar ese momento: un buen vino, una charla por más interesante y luego lo que la oscuridad de nuestros deseos nos ofreciera.
Pero ¡ya! ¡Basta! que no ha sucedido, despierta fanático de Sabina y conformate con haberlo visto, una noche en Mendoza presentando su disco "Lo Niego todo"
Nos has pasado el tiempo, no se si le tienen permitido una copa de vino, la charla interesante se mantendría y los oscuros deseos, tampoco eso...
Y como acabaremos... negándolo todo, seremos incorrectos. Que más está decir, que el encuentro con Sabina se produce y pasaremos la noche cantando, juntos, sus canciones nosotros, más que él
Pero el maestro no lo hizo solo, acompañado de una gran banda, de las que se confiesa orgulloso, preparó especialmente cada momento, para contarnos quienes son, los que vienen con él. Aceptamos condiciones y dejamos que así sea. Entonces, unos minutos apenas de comenzar, fueron suficientes para que sonaran algunos temas del disco nuevo. Y luego, si, echar a andar las letras que siempre nos conquistaron. Como todo caballero, cumplió nuestros deseos y nos sedujo con los versos más aprendidos, y dejamos las dolencias, las vuestras y las propias, a un costado, aunque sea por un rato.
Un repertorio elegido con cuidado, tratando que no se escape ningún detalle, y así conformarnos con lo pactado. A nosotros,(pocos para una noche sabinera) y a él nos llegó la despedida, la que tal vez no buscamos pero fue inevitable. Nos dijo gracias Mendoza y ojalá que volvamos a vernos.
Con la emoción de haberlo hecho, lo aplaudimos, eligiendo esa imagen como postal de una noche con Sabina. Una noche que no sentimos como la última pero si, que fue única.

Atrapado en México

Se entusiasmó con la invitación a ese viaje, hacía mucho tiempo que no sentía esa sensación, y también que no viajaba. No supo bien por qué, pero tuvo la certeza desde el primer momento que sería distinto. Ya con el boleto de avión en mano y escuchando el anuncio del vuelo 2010 con destino a México, todo fue especial. Unos días solo lo ponían en alerta; a pesar que le gustaba la soledad, últimamente no la pasaba bien, no podía parar de buscar respuestas a preguntas que jamás se hizo y ahora estaban en todo momento. Pero supo arreglárselas -como siempre lo hizo- solo. No pedía ayuda, no le gustaba la gente ni la gente gustaba de él. Tipo raro, complicado, un poco loco, enfermo, un antisocial: esos eran algunos de los calificativos que, pocos pero fieles amigos, le habían hecho llegar sobre que se decía de él. No le importaba. En realidad nunca le importó y nunca se esforzó para intentar por lo menos parecer agradable. “Un auténtico psicópata, que no era feliz con su vida” dijo una mujer furiosa, un día, mientras él reía. “Ya está”, pensó, mientras miraba desde la ventana del hotel. Este viaje cambiaría muchas cosas, se lo había propuesto, casi una promesa, entonces volvería a casa y todo cambiaría. Por primera vez se preguntaba si era feliz, y eso lo hizo temblar, también y desde la mañana temprano (apenas llegó al hotel) recordó -sin entender bien- tramos de su infancia. Esa no era la idea de este viaje, por más que era de trabajo, quiso, sacar otros beneficios a la estadía. Medio siglo de vida, tal vez, le hacían suponer que lo que no había hecho hasta ahora lo podía comenzar a hacer. Trató de comunicarse con su familia y fue imposible: no había señal. Un poco se enfadó porque había pedido especialmente, por su trabajo, tener wi fi y teléfono disponible. Esperó que lo llamaran hasta que comenzó a inquietarse. Era demasiado intenso el silencio que respiraba. En su país había dejado mucha gente que debería ya estar llamando. Aunque a él no le importaba sabía que a esa gente si: empleados de la empresa, hijos, esposa, novia... Pero nada. Y no era el mejor cuando se ponía nervioso. Procuraba siempre que fuese a solas (si era despreciable para la mayoría, enojado me odiarían más, se dijo en voz alta). Esta vez los sentimientos eran distintos, mezclados con algo de miedo. Desde que aterrizó en suelo mexicano la respiración no fue la misma. Comenzó a sentir palpitaciones… para cualquier mortal podía ser emoción pero para él no, por lo menos eso creyó. No sabía distinguir como era. “¡Bueno basta!” gritó. “Alguien me está jugando un mal chiste, no puedo comunicarme con nadie, ni siquiera la gente del hotel me atiende” se dijo. Caminó por toda la habitación, corrió las cortinas, solo vio un cielo azul. La hora tal vez o el cansancio no le permitieron ver nada más. Se sentó derrumbado a los pies de la cama, se aflojó los zapatos y el cuello de la camisa. “Tengo que tranquilizarme y esperar tener señal”, se consoló. Encendió el televisor para distraerse y lo que vio lo dejó paralizado. En todos los canales se transmitía una misma noticia: una de las mayores tragedias aéreas había ocurrido. Un avión explotó en el aire minutos antes de aterrizar, no había sobrevivientes. Buscó en la pantalla más información. Se estrelló el vuelo 2010 con destino ciudad de México. Y fue allí, que entendió todo.