Mi estadía en un recital de sábado en el Arena Maipú, duró
apenas algo más de una hora. Aquí el comentario de una noche inconclusa.
¿Quién no tiene un vecino que escucha La Beriso al palo?
Siempre tenemos a algunos cerca. Bueno el sábado, en el Arena Maipú, estaban
todos juntos. Una de mis grandes intrigas por lo que decidí ir a verlos es que quería saber qué
tipo de público asiste a esos shows. Y es ahí que pensé si ese vecino -algo
mayor- que pone los fines de semana el disco Pecado Capital a todo volumen en
el barrio no vivió los 20 años del grupo, si los acompañó a celebrar “tantas noches de gira” de la banda.
La Beriso es una banda que se caracteriza por las letras de
sus temas, no precisamente por la música.
Algo limitados en lo musical pero -y a favor de ellos- saben brindar dignamente
un show. Son laburantes y eso se nota. Ahora bien, que quede claro que aquel que
fue a l recital y pagó su entrada la
pasó bien.
Las canciones están cargadas de sentimientos, estrofas
dedicadas a la soledad, a una ausencia que provoca tanta tristeza refugiada en
un estribillo. Prosas que impulsan un
encuentro con ese ser querido que perdimos. Y
todos tenemos a quien dedicarle esas melodías. Entonces las almas
presentes, en el concierto, realizan una especie de catarsis que permite que
salgas del lugar más aliviado.
A tal punto es la entrega sobre el escenario que Rolo dedica
pocas palabras al público, las correctas ante de cada canción. Al fin y al cabo es lo que queremos cuando vamos a un
recital.
Créanme que
cuando interpreta “Sobreviviendo” -y como una ironía- fue uno de
los momentos más para “arriba” de la noche, y le cae también bien a la banda
ese tema… Con su voz tan particular cantando “cuanta tragedia sobre esta tierra”
hace pensar que Víctor Heredia la compuso pensando en ellos.
Con una tribuna completa y un campo donde se podía caminar
tranquilamente, las 3.000 personas que disfrutaron de esa noche tuvieron además
un plus y es que Marciano Cantero y Felipe Staiti cantaron Ingrata junto con La Beriso. Un gran honor para la banda de Avellaneda de
compartir un tema con los integrantes de una de las bandas más reconocidas en
Latinoamérica.
Por último, algo más
pudo contribuir a mi huida del lugar: nunca entenderé por qué la persona que
estaba a mi lado lado, sumó al placer de escuchar su banda favorita el placer,
para él, de prenderse un cigarrillo. Muchos
son los que hacen cómplices al resto de algo
que no está permitido, además del olor en la ropa que te queda... ¡son infumables!
Ni hablar de las señoras que filman o toman una foto con el
flash a full en las nucas de los presentes. Filmaron una nuca chicas, por
favor, ¡pónganse las pilas! En un show con millenials no sucede.
Lo cierto es que pasado más de la mitad del show, sentí que
era suficiente para mí. De manera apropiada me fui de ese lugar, claro que
colmada de los acordes que cumplían veinte años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario