-Mamá el jueves tenés que ir a la escuela y llevar un Tiramisú, así explicamos como se hace y la seño lo prueba
-Quéee! No tengo ganas de cocinar, además no vas a la escuela para tomar clases de cocina!
-Pero ma, por fi, van todas las madres, vos tenés que estar ahí
Y ahí salió ella – o sea yo- con el tiramisú por las calles, cual Iliana Calabró en el programa de Tinelli.
¿Yo? que cuando va a una cena y se compromete a llevar el postre, no duda en comprar en la confitería más rica de la ciudad. A la que siempre le pareció espantoso las fuentes con la servilleta encima y ese olorcito a recién hecho, acompañado por la cara de la que lo lleva, que te mira orgullosa de su obra y te pregunta ¿y vos cuál es tu especialidad? y pienso que mi especialidad no está en la cocina precisamente, es más no se si tengo alguna, ¿por qué la tengo que tener?
¿Yo? que no hago tiramisú, para no comer y no engordar, estaba llevando el postre para poder lucir mi arte culinario ante una hambrienta comunidad escolar.
Apenas entré, me di cuenta que el evento era más grande de lo que imaginaba, en la galería habían dispuestos unas mesas y en la pared en un afiche,estaban pegadas la receta. Cuando llegué a la que decía Tiramisú, ahí estaba mi hermoso retoño esperando ansiosa.
-Ma, acá nos ponemos vos repartís las porciones, le das a la seño que prueben y yo leo la receta y listo ¿si?
Todo demasiado común para mi gusto y previsible para mi disgusto. Madres con tortas, piononos con dulce de leche, infaltable la chocotorta, (que siempre me pareció horrible) y una “madrecita de otro planeta” que pareció no haber entendido la consigna del “todo dulce” y llevó pizzetas. Seguramente pensó que era algún cumpleaños o festejo, y al ver que no había nada de eso, se ubicó en un lugar casi escondido y nunca levantó la mirada del piso.
Luego la “seño” pasaba por las mesas, comenzó a probar las delicias maternales,y anotaba en un cuaderno, no se si la receta o la nota. Pero… nota ¿a qué? ¿Al tiramisú? ¿A quién? ¿A mí?
Nunca sabré lo que registraba en ese cuaderno, solo se que todo o casi todo el “cuerpo docente” saborearon lo que encontraron a su paso. Y cuando las bandejas vacías ya mostraban el final, sonó el timbre y todo terminó. Se escucharon un gracias, muy rico todo y ¡calabaza, calabaza, ca da u na a su ca sa!
Y así cual vedette en decadencia, huí entre bambalinas con la tranquilidad de haber cumplido ¿no se qué? con mi hija, y tanto ella como su maestra me lo agradecieron.
Ah ¿Cómo salió el tiramisú?
Espectacular!!! ¿Qué esperaban?
1 comentario:
Y yo lo vi pasar por la heladera...
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