El tipo vive cerca pero hace un tiempo que no aparece. El barrio comenta que anda en algo raro. Cuando paso tarde por su guarida, veo luces prendidas en el cuarto piso, está -aseguran - pero se esconde. Algunos dicen que está tramando algo, yo no lo creo. El hombre ha caído en desgracia y puede ser que esté asustado.
Tiene miedo, está desconcertado. Es que el negocio no está saliendo como pensó. Le debe a mucha gente y esa gente ahora lo molesta.
Está acorralado, pensó terminar más de una vez con todo, pero sabe que no es la solución. En lo más profundo de su ser, cuando la cobardía es irresistible, sueña con volver a su pueblo y correr a los brazos de su madre, Doña Lora, ella si lo entiende, lo consuela, lo... acepta.
Cuando cierra los ojos piensa una y otra vez en ese momento. Tiene ganas de abalanzarse y meter la cabeza entre la falda y el delantal de su vieja.
Olvidar todo y pedir que de él se olviden, por un momento, por unos días, por una eternidad…
Este domingo que es el día del niño, sería una gran oportunidad para cumplir este sueño, ante tanta inmadurez emocional y esa inoperancia justificable solo en un impúber, no estaría mal que se tomara el palo.
Nosotros, sus vecinos, sabemos arreglárnoslas solos. Estamos grandecitos, después de todo algo hemos aprendido.
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