sábado, 2 de agosto de 2008

Al cielo se va en colectivo, pero lleno!

Cuando me subí al micro, tenía fiebre. No me había sentido bien ese día, y solo quería llegar a casa. Faltaban 10 horas ,que es lo que dura el viaje.Después de esperar una hora, estaba sentada en un irreparable asiento, con un compañero para nada sociable y una atmósfera demasiado caldeada para empezar un viaje. Sentí que realmente estaban todos menos yo llegando al final, subía a mitad de camino,y el olor nauseabundo del colectivo me lo hacía conocer.

Tenía muchas razones para no estar de buen humor, pero el agotamiento físico era cada vez más fuerte, y sumado al lugar donde me encontraba, y el chofer del colectivo, que con sus chistes quería tapar toda las falencias a las que nos sometían, hicieron que mi mente colapsará y con gran sorpresa para mí, comencé a llorar.

Así sin importar que me vieran, sin consuelo, las lágrimas rodaban por mi mejilla. El hombre sentado a mi lado, me miraba con más intriga que pena. Dos mujeres con gesto maternal interrumpieron su charla y codeándose observaban mi estado y como vecinas curiosas esperaban saber por qué lloraba.

De pronto suena mi celu y es mi mamá, que llama para consolarme. Si a estas alturas me sentía muy estúpida por llorar de esta manera, no imaginan cuando escuché la voz de mi madre que me decía:

-Hija no pensés en nada, tranquilizate y dormí

-Si má, pero estoy en un micro de mierda!

-Bueno,no será para tanto! pensá en que mañana vas a estar acá con nosotros

-Es que ese el el problema, en este micro están dadas las condiciones para que no llegue.

-No digas eso, vas hacer un viaje lindo, dormí, descansa que acá te esperamos

-Bueno ma, esta bien, pero si no llego quiero que sepan que los quiero mucho.

Después de cortar, me di cuenta que ya no lloraba, las mujeres chusmas me miraban con sus caras llenas de terror y comencé a sentirme bien. Todo era reconfortante, el silencio del micro que enfrió el aire pesado, los vidrios que comenzaron a despejar las estrellas que nos seguían, el ruido de las cotorras de enfrente que no volvió, mi compañero que se las ingenió para irse a otro asiento y el guarda que no volvió más a torturarnos con sus pésimas ocurrencias.

Entonces me adapté a la torcida butaca y en la oscuridad sonreí con ese sabor de travesura.

Dormí todo el viaje, esta vez segura ,que me subí a mitad de camino, y que no fue lo mismo para ellos, luego de esa parada, donde yo estaba. Habían tomado conciencia que alguien los estafaba, y que no eran buenas las condiciones en que viajaban. Solo que no lo decían, y ahora lo habían escuchado.Nadie pudo dormir, pero yo sí, con los murmullos de las oraciones pude descansar y tranquilizarme, y es que dos viejitas estaban rezando para que todos llegáramos bien a casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pensaba mientras leía que debe ser difícil sentir que un colectivo puede chocar, y por ello viajar con miedo.
Pero más me detuve a pensar/imaginar a la protagonista.
Una mujer que necesita la voz de su mamá para calmar su miedo, y al iniciar la conversación le dice "Hola Ma". Sí, como dicen los niños.
Luego, vinieron las lágrimas, volcadas adelante de otros pasajeros y sin sentir vergüenza. Nuevamente, así les pasa a los niños.
Esa mujer bastante seria, frontal e irónica también es niña a la vez.
Y recordé algo de un escritor que me parece es lo que mejor muestra el sentido de la paternidad, en este caso maternidad.
"De tal manera hijo,
en tus facciones tiernas, reproduces mis ojos, mi frente, mis mejillas,
que cuando a caballito juegas sobre mis piernas,
veo toda mi infancia saltando en mis rodillas."

Me acordé de esto, y es que me sensibilizó mucho pensar a la autora tan frágil.
Y bueno... fue un lindo pensamiento.