lunes, 1 de noviembre de 2010

Irene

La casa le pareció conocida, acostumbrada últimamente e experimentar muy seguido una especie de deja vu, cuando se paró frente a la puerta y tocó el timbre, sintió que no era la primera vez que lo hacía. Pero bueno de eso se trataba esta visita, su prima había podido por fin dar con el Psiquiatra tan conocido y el martes a las cinco de la tarde iba a recibirla.
Era martes y era las cinco de la tarde, y ya había tocado el timbre varias veces. La alegría de poder irse con la excusa que no estaba y dejar tranquilo a medio mundo, que era toda la familia, le gustó. Pero con el envión de pegar la vuelta y marcharse, vino el ruido de las llaves y la puerta se abrió.
Un hombre alto, canoso, grande, de manos gruesas y voz grave, le dijo que pasara que la estaba esperando.
No sabe bien porque, pero a pesar de ser la primera vez que iba, todo era familiar, hasta el saludo y la mirada de ese hombre le pareció muy protector, lo sintió como si fuese su padre que, estaba dispuesto a escuchar una vez más las angustias de su hija predilecta.
La condujo por una galería y ya comenzó a sentir distinto, el olor era extraño, madera mezclado con cigarrillo y encierro, no era un clima familiar al que ella estaba acostumbrada. Respirar todos los días, el aire con olor a comida y el perfume de las plantas de su madre. Empezó a descomponerse, sudaba, la boca se le secaba. Disimulando como pudo, se dejó caer en el primer sillón que él le señaló, después se dio cuenta que era el único, pero hubiese jurado que había muchos sillones y que esperó que le indicara en el que debía sentarse.
Pasaron varios minutos para recuperarse, el Dr. no lo notó estaba acomodando su escritorio y le sirvió un vaso con agua.
La miró y sin preguntar ella supo que debía hablar, para eso estaba ahí además que sabía que la haría sentir bien descargar los miedos que en voz alta le comentó a su prima y derivaron al momento exacto en el cual se encontraba.
Mis miedos. Doctor, es volverme loca. Siento por momentos que voy a perder toda la información que tengo en mi cabeza y que no voy a reconocer a ninguno de las personas que me rodea. Olvidar todo lo vivido no me deja dormir. Paso las noches levantada, porque si me duermo puedo despertar y ser otra persona, no quiero convertirme en una mujer vacía, sin contenido ni historias. Que no sepa como seguir viviendo por no saber como hacerlo.
Quiso seguir hablando pero él la interrumpió ¿y quién es ahora? ¿Qué siente que tiene en su cabeza que no quiere perder?
Vaya, pensó, nunca le habían preguntado semejante cosas, comenzó a temblar de nuevo, y antes que la boca se le secara definitivamente trató de contestar sin espacios quien era?
Soy Irene, trabajo en una biblioteca, vivo con mis padres, tengo edad suficiente para confirmar que no me casaré. Tengo amigos y una prima que me quieren mucho y me cuidan. Salgo en las mañanas y vuelvo por las tardes. Me gustaría vivir en una casa en el campo y sentir el perfume de las flores y el sonido de un arroyo. Eso, doctor, eso soy y eso tengo y no quiero perderlo ¿usted puede ayudarme?
Paso por situaciones que me parece ya haberlas vivido , como estar acá ahora con usted. Soy una mujer normal que no quiere volverse loca, puede ayudarme por favor? A veces pienso que estoy loca y que por momentos me vuelvo normal, y que en ese trance me doy cuenta de todo y no puedo hacer nada. Que ahora con usted estoy en ese estado y que pasará en minutos. Pienso que usted me conoce y que yo lo conozco. No alcanza el tiempo en el que estoy consciente para poder solucionarlo. Quiero manejar eso, saber cuando voy a cambiar para poder evitarlo. ¿Cuál es la realidad? Comenzó a llorar, desconsoladamente, suplicando que la ayudara, sospechando que se estaba terminando el tiempo. No quiero olvidarme de las cosas, quiero recordar quien soy, porque soy una buena persona que no ha matado a nadie, no le he hecho mal a nadie. Por favor ayúdeme, mi prima dijo que usted iba a saber que hacer.
El Doctor supo que hacer, porque estos momentos de Irene cada vez eran más frecuentes. La medicó y le aviso a su prima que estaba esperando en la sala, que en unos minutos podía llevarla.
La casa de internación quedaba atrás del consultorio y a pesar de lo que Irene pensaba, pasaba más horas durmiendo que pensando. Irene no sabía quien era hace mucho tiempo, y su prima querida, vestida de uniforme blanco, era la única que se acordaba de ella.
Cuídala, le dijo a la enfermera, y no te preocupes que cuando despierte no recordará este momento.

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