Alguno días en la semana viajo una hora para ir trabajar. Bajo del micro y camino dos cuadras hasta la oficina. Hace unas semanas un cartel en plena calle alteró mi ánimo matinal que de por sí, como casi todos los mortales, no es del mejor.
Están arreglando un pozo, y a un “iluminado” se le ocurrió la fantástica idea de poner “calle sin salida”.
Esa simple frase dispara en mi un mundo de… sensaciones. Again!
Y si! No es lindo que alguien te avise que no hay salida, más cuando el optimismo cuesta que aflore en estas mañanas primaverales. Sobre todo cuando sé que esa calle termina en el lugar donde trabajo.
¡Tiene que haber una salida, no puede estar todo tan mal! me digo cada vez que paso por ese lugar.
¿Por qué el ágil que lo puso no se le ocurrió poner algo con más onda? más alegre, más esperanzador. Distinto sería: “desvío” porque ok, sigo pero por otro camino.
O que tal esa frase tan cariñosa “disculpe las molestias, estamos trabajando” no por favor no pidan disculpas por trabajar, es lo que tiene que hacer
Hay otras maneras de decirme qué pasa con el camino que recorro: la agresividad en su máxima expresión “calle cortada” o la intolerancia absoluta “prohibido pasar” o el infaltable bilingüe “no exit”
Admitiría cualquiera de estas lacónicas palabras, pero no acepto bajo ningún concepto que el camino que elijo no tenga salida.
Más cuando la tiene, no será la solución pero la salida… tal vez
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