La ansiedad era colectiva. Todos alguna vez habíamos soñado con ese momento varias veces, y el día había llegado: emprendíamos el viaje para pasar unos días en Chile. No se si estábamos lo suficientemente cansados o estresados -o de tanto escucharlo por todos lados- pero estas vacaciones eran casi obligadas. Y estuvo bueno. Las ganas de pasarla bien hicieron que el túnel no fuera tan largo, y el cartelito de Bienvenido a… lo tomáramos como algo directamente personal. Pero estar en otro país -aunque sea acá, a un par de montañitas- tiene algo especial. Varias cosas llamaron mi atención de nuestros hermanos del país vecino como por ejemplo el respeto que se tiene para manejar en la ciudad; el solo hecho de parar en cualquier parte de la calle para que el peatón cruce, en cualquier lugar del mundo es normal pero para un argentino ver eso es fantástico. Acá te tocan bocina. Pero recordando a tu madre te amenazan que si no cruzas rápido hacen que parezca un accidente.
Había mucha gente en las playas pero nadie grita, ni insulta, ni se quejan el clima era realmente “pacífico”.
El idioma de los chilenos también es un tema a tener en cuenta y aunque crean muchos que es parecido al nuestro tiene una gran semejanza con el inglés porque se escribe de una manera y se pronuncia de otra: ¿cómo estás? se dice ¿cómo estai?; ¿entendés? se dice ¿cachai?; ¿tenís? es ¿tenés?; arto es mucho; pa que es para que; y cuando estás en la caja del supermercado la cajera te pregunta si sumas puntos. Obviamente nunca entendí que me quería decir pero por las dudas siempre le dije que no. Ahora bien, prestando atención y pidiéndoles que hablen despacio, podemos llegar a entenderlos.
Y si de entender sus sentimientos se trata, eso lo hace muy bien y lamento decirles que Chile no nos quiere. Lo pude comprobar en su famoso Festival de Viña del Mar. Allí se presentan artistas de varios países y luego un jurado elige la canción ganadora. La Quinta Vergara, lugar donde se desarrolla el festival, estaba colmado y ¿qué creen qué pasó? ¡si! un argentino (mendocino) se presentaba esa noche con su canción para competir. Cuando los locutores anunciaron el país del atrevido músico la silbatina fue ensordecedora. Esos minutos que parecieron horas quedé petrificada. Mal y muy lejos de mi casa es lo que sentí en ese momento. Lo que molesta es que por solo nombrar Argentina ellos reaccionen así, si primero lo escuchaban al mendocino que cantó y después silbaban era comprensible, porque después que presentó su canción daban ganas de silbarlo a este músico que solo puedo recordar como muy “voluntarioso”.
El respeto por los demás, los sumisos que son, como hablan y que no nos quieren son las cosas que me cautivaron. Puede que sean pocas pero es lo que hay, es un país chiquito…
De regreso a casa la ansiedad seguía siendo ansiedad pero ahora relajados, cansados y descansados, un poco bronceados y ese túnel que está vez se hizo largo abrazó mis sensaciones de ver el cartelito que decía “Bienvenidos a la República Argentina” y el alma vuelve al cuerpo. El estar otra vez en casa es lo mejor que (me) nos pudo pasar
Besos
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